ANTONIO GUTIERREZ TURRIÓN
Antonio Gutierrez Turrión, como miembro de la anterior Junta directiva del Buen Pastor, ha querido escribir en su blog unas palabras en relación a su paso por esta Residencia.
MI VOLUNTARIADO EN EL BUEN PASTOR
Hoy. Día diecisiete de febrero de dos mil trece,
finaliza mi pertenencia como voluntario a la junta directiva del Buen Pastor de
Béjar. Han sido dos años largos, desde aquellos comienzos de dos mil once,
cuando me incorporé, sin tener ni idea de lo que me aguardaba y con la única
intención de ayudar en lo que pudiera a los ancianos que allí vivían y
viven.
La experiencia ha sido todo un cúmulo de
sensaciones, casi todas positivas. Creo que, para que esto se produzca, lo mejor
es partir de no pedir ni esperar nada; de esa manera, todo lo que sucede es como
si te lo dieran por añadidura y todo pasa a engrosar el saco de los recuerdos
positivos. En este caso, no es difícil que esto se produzca pues no se me
alcanza qué es lo que se podría esperar de allí.
El Buen Pastor es una institución privada sin ánimo
de lucro, que nació con fines caritativos a mediados del siglo diecinueve y que
se ha mantenido desde entonces al servicio de las gentes más necesitadas de
Béjar y de su comarca. Por sus juntas directivas han pasado muchas personas y
cada una ha dejado la impronta de su trabajo y de su
voluntad.
Apenas he dejado constancia de mi labor en esta
ventana informática. No sé cuál puede ser el motivo. Tampoco me importa
demasiado. Sí sé que he dedicado muchas, muchísimas horas a este voluntariado y
que mi conciencia está contenta consigo misma. No es
poco.
A estas alturas creo que sé bastante, o tal vez
incluso mucho, de los entresijos del Buen Pastor. Tal vez eso me lleve a
organizar datos y experiencias en algún escrito estructurado que podría ver la
luz en algún medio para conocimiento sobre todo de los bejaranos. Veremos qué
pasa. Porque creo que, a pesar de todo, muchos vecinos de aquí no conocen ni la
estructura, ni los fines ni el funcionamiento real de algo que consideran
suyo.
Por ejemplo, mucha gente sigue considerando que
aquello es simplemente un centro de caridad. De hecho, popularmente es conocida
como Casa de Caridad. Hoy mismo, en la asamblea de socios, una mujer se quejaba
-con toda la razón- por el uso abundante que se hace de este apelativo. Es
verdad que, a comienzos del siglo veintiuno, hablar de caridad poco tiene que
ver con lo que la realidad imponía en los dos siglos pasados. Pero es que esto
nació en los ambientes sociales, culturales y religiosos en los que nació, y aún
quedan muchos restos de todo aquello; como quedan en otros ámbitos de la
vida.
Todo lo que suene a caridad es fiel reflejo de la
ausencia de justicia; por ello, habrá que concluir que todo el que reside allí
tiene los mismos derechos que cualquier otra persona y, por tanto, está por
justicia y no por caridad. No es menos cierto, sin embargo, que los costes son
mucho menores que los que se exigen en otros centros de ancianos. Hay socios que
ayudan, hay bancos de alimentos de donan alimentos, hay voluntarios que entregan
sus horas de forma gratuita, y hay cuotas mensuales que pagan los residentes
Todo ello explica la realidad compleja
del centro.
Y, entre los voluntarios, los hay con más o con
menos disponibilidad, con distintas capacidades, con diferentes actitudes, con
mayor o menor intensidad, con ideas diferentes… Por encima de todas estas
variables queda siempre la buena voluntad que he observado en todos
ellos.
Por lo que a mí respecta, solo sé decir que he dado
muchas horas y creo que he puesto mi mejor voluntad. Y creo que los residentes
lo saben y lo han apreciado.
La realidad que uno encuentra en la residencia es
variable y de todos los matices: hay personal laboral diverso, hay familias de
todas las clases, hay residentes de muy distintos caracteres y todos ancianos,
hay administraciones, hay entornos variables, hay caracteres e ideologías…, hay
un poco de todo.
Cada cual sabrá con qué demonios tiene que lidiar.
El resultado sé que es bueno y que el tópico de que se aprende más de lo que se
enseña es real.
Atrás voy a dejar centenares de realidades y de
situaciones especiales, retratos de ancianos que ya van a componer para siempre
páginas del álbum de mi vida, abrazos con los que tan sencillo ha sido alegrar
el día a muchas personas, gestos y sonrisas que han valido lo que no está en los
papeles, y muchísimas anécdotas de todo tipo. A veces, me enorgullece
reconocerlo, he parecido como un cura en un confesonario, o, en términos más
actuales, un mediador en conflictos entre ancianos
niños.
Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la
mar, / que es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / e
consumir”.
Y todos somos ríos, con mayor o menor caudal y con mayor o menor agua
limpia o sucia
También os recordamos la poesía que escribio y que se quedará siempre como recuerdo en El Buen Pastor, ¿Verdad que eres mi hijo?
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